El teléfono ha permitido que el contacto con las personas mayores a las que tenemos que cuidar sea más continuo y fluido. Nos permite «estar encima», sobre todo cuando nuestro padre/madre no vive con nosotros y, además, somos gente ocupada con trabajo o hijos que ya nos absorben muchísimo tiempo. El teléfono nos proporciona tranquilidad y también, en numerosas ocasiones, malestar y enfados derivados de las actitudes negativas de nuestros familiares. Y aún en la distancia que marca el teléfono, una conversación mal llevada nos puede agotar tanto como una visita en persona. Para evitar que esto ocurra, y sacar el máximo partido del esfuerzo que estamos haciendo al llamar por teléfono, te propongo una serie de consejos.
En primer lugar definamos los objetivos fundamentales de una llamada al abuelo:
– confirmar el estado de salud (tanto física como emocional);
– hacerle ver que nos preocupamos por él y no se siente solo;
– no colgarle enfadado o irritado.
Gracias a la tecnología móvil podemos realizar una llamada de teléfono en cualquier momento y desde prácticamente cualquier lugar. Por consiguiente, vamos a escoger el mejor momento del día para llamarle por teléfono, aquel en el que sepamos que se encuentre de mejor humor o en el mejor de los peores humores del día. ¿Por qué en ese momento y no cuando está de bajón? Porque, salvo que seas un experto en atención psicológica telefónica, no vas a tener mucha oportunidad de aliviar su dolor, y a no ser que seas una persona muy comprensiva, va a acabar por sacarte de quicio, estado que debes evitar en todo momento al cuidar a alguien mayor.
Por ejemplo, mi padre está mucho más receptivo y animado a partir de las seis de la tarde. Está de «subidón», en las antípodas de las mañanas, en las que está al borde del suicidio. Lo que por la mañana es un imposible por la tarde es la cosa más fácil del mundo.
A continuación, le preguntaremos sobre algún aspecto lúdico que conozcamos que le interese (esfuérzate, que seguro que algo habrá): fútbol, la telenovela, literatura, cotilleos, moda,…. NO se te ocurra preguntarle cómo se encuentra. ¡¡Dedúcelo!! De su tono de voz y conversación puedes inferir: si está más o menos animado que el día anterior; si le cuesta o no respirar; si es capaz de seguir una conversación (lucidez)… Si te saca un tema conflictivo, no discutas. En estos casos te remito a la entrada del blog sobre la «aquiescencia».
Y por último, si sabes a ciencia cierta que antes o después ocurrirá algo terrible o que te sacará un tema que te hará perder los papeles, márcate un tiempo de duración de la conversación: diez minutos, media hora, dos minutos,… Cuando se cumpla el tiempo, cuelga con cualquier excusa. Pero, durante el tiempo que nos hemos prefijado, no discutiremos, ni nos enzarzaremos en una discusión que al final sólo conseguirá empeorar nuestro humor y que acabará padeciendo nuestra pareja, hijos, amigos,… Seguiremos la actitud del antidisturbios, que sabe que cuando llega a la manifestación nadie le va a recibir con flores, ni con alegría. El control ante la situación nos lo da el prever la actitud negativa del otro. Nosotros nos marcaremos el tiempo máximo que podemos aguantar la conversación sin que se nos lleven los demonios. En tanto en cuanto controlemos la situación, notaremos cómo cada vez nos cuesta menos aguantar determinadas situaciones.
Y eso es todo. Parece algo tonto, pero os aseguro que funciona y veréis cómo llamar no se convierte en «el momento horrible del día».