En mi humilde opinión, llevarse al abuelo a casa debería ser el último recurso ante la imposibilidad de que viva independientemente. Asumo que una parte de los lectores del blog habrán decidido no volver a leerlo nunca más y se marcharán con la firme idea de que soy el típico tío egoísta al que no le gustan los follones; esta gente suele pensar que nuestra sociedad ha perdido mucho dejando que los mayores no vivan con su familia como se hacia antiguamente, donde la vida era todo respeto y amor.
Pues no te engañes. En ese Parnaso imaginario de la senectud, todo el mundo vivía bajo el mismo techo porque no había recursos suficientes para otras soluciones. De hecho, vivía no solo el abuelo, sino la nuera, la tía, la prima de la tía… y cualquiera que haya vivido en un entorno así, siendo mayor y responsable de cuidar de la manada, no tendrá una imagen tan bucólica del mismo. No hay bien más preciado que la intimidad. No conozco a nadie que no la necesite y, si no la tiene, que no la eche de menos.
Los lugares en los que los abuelos se encuentran perfectamente son, por orden de mayor a menor satisfacción: en su casa, en su casa y en su casa. Después, y a distancia, en la casa de los hijos, siempre y cuando se les trate con un mínimo de respeto y se les conceda independencia, como seres adultos que son. Compitiendo a corta distancia, las residencias de ancianos, siempre y cuando sean razonablemente buenas.
Pero llegados a este punto, supongamos que no hay otra salida que meter al abuelo en casa.
La prioridad que vamos a establecer consiste en intentar conseguir mantener el mayor nivel de intimidad entre la familia que ya residía en la casa y el nuevo miembro, que viene de su propia casa.
Procuraremos montar un hogar dentro de nuestro hogar, sabiendo que perderemos espacios privados que pasaran a ser comunes (véase el comedor o la cocina o el baño, en el caso de que haya sólo uno).
Si tenemos la opción de facilitarle una habitación con baño, no lo dudemos, vamos a asignársela. Al principio puede que resulte duro perder la mejor habitación de la casa, pero compartir baño con una persona mayor no es nada agradable, y a la larga, es fatal. Decoremos la habitación con las cosas que le apetezcan: sus fetiches, amuletos, recuerdos de viajes, libros… e incluyamos un buen sillón para sentarse y una tele. Por descontado, adaptemos, en la medida de nuestro presupuesto, el baño y la cama (dedicaremos un apartado en el blog para consejos sobre los mismos). Desde el momento en el que el abuelo se instale, vamos a considerar ese espacio como una casa aparte y sólo intervendremos en él por motivos de higiene.
Si no eres tan afortunado y dispones sólo de una habitación sin baño, no te preocupes. Actúa como en el párrafo anterior y arregla el baño de la casa.
En caso de tener una casa muy pequeña o muy poblada, asigna un espacio con aquel de tus hijos que tenga mejor carácter o relación con el abuelo. Adapta el baño. Lo importante viene ahora: busca un rincón de la casa, preferiblemente cerca de una ventana y que se vea la televisión, e instala un sillón de uso exclusivo para el abuelo. Junto a él una pequeña mesa para que coloque sus cosas: las fotos de su pareja; recuerdos de viajes… Vendrá a ser un pequeño nido, en el que invisiblemente, se crean unas paredes artificiales que proporcionan la sensación de un hogar propio.
Piensa que durante años, el hogar fue suyo y peleó para tenerlo trabajando duro, pagando las facturas. Un hogar en el que él era el rey. Y no hay nada más duro para un rey que perder su reino.