LOS ABUELOS NO SON LOS «POBRES ABUELOS»
La vejez no es un concepto moral ni ético. Resumiéndolo de una manera muy burda, el anciano no es «bueno» o «malo» por el mero hecho de ser viejo. En todo caso, podemos considerar a la vejez como un «atenuante» o un «agravante» de una determinada forma de ser y de actuar. Existen viejecitos encantadores y existen viejecitos terribles. Es cierto que, en los últimos años de la vida, con los cambios psico-físicos que trae consigo la vejez, la personalidad pueda cambiar radicalmente. En estos supuestos, los recuerdos nos animan y refuerzan para soportar con estoicismo a personas que un día nos lo dieron todo y procuraron nuestro bienestar. Lo malo son las ocasiones en las que tenemos que soportar y cuidar a personas que nunca se portaron bien con nosotros o con los demás. Para éstas, sólo queda agarrarnos al «haz lo que debas». Así, en función de nuestras creencias o planteamientos éticos afrontaremos la vida sin esperar nada a cambio más que la satisfacción del deber cumplido y procurando, ante todo, ser lo más felices que podamos.